Perritos en el corazón
Los perros duermen junto a tu corazón, nunca mueren. A raíz de lo sucedido con “CHOLITO”, los pensamientos y reflexiones de cómo una persona puede ser capaz de hacer aquel acto tan vil, como matar a un perro que sólo se cobijaba del frío de la noche, del calor del día o de sentir el calor humano… Analizamos cómo nuestra…
Los perros duermen junto a tu corazón, nunca mueren.
A raíz de lo sucedido con “CHOLITO”, los pensamientos y reflexiones de cómo una persona puede ser capaz de hacer aquel acto tan vil, como matar a un perro que sólo se cobijaba del frío de la noche, del calor del día o de sentir el calor humano… Analizamos cómo nuestra sociedad solidarizó con su muerte, dónde las redes sociales, un claro ejemplo de globalización mediática, llamó a una marcha, pidiendo justicia para “Cholito” y castigo a quienes cometieron este delito, porque eso és…Un delito. Ahora bien, cómo, no empatizar con el dolor que le provoca una situación como esta, a las miles y miles, de personas que han afrontado la muerte de un animal.
Pero no es hablar de cualquier animal, sino de un ser vivo que es parte de nuestras vidas y de nuestros corazones…
Nuestras mascotas, no piden nada a cambio. Ya que ellos profesan un amor que no entiende de egoísmos. Les basta solo una caricia al llegar a casa, una mirada cómplice, un hueco en el sofá. Las mascotas no saben de pasado o de futuro, pero sí comprenden y tienen interiorizado ese lenguaje universal que a nosotros, a veces, se nos olvida: las emociones.
Cuando una mascota se nos muere, supone tener que pasar por un duelo muy parecido al que atravesamos cuando perdemos a una persona. Sabemos que hablar en estos términos no será comprensible para muchos, que habrá algunos que no lleguen a entender la trascendencia que los animales pueden llegar a tener en nuestras vidas. Pero, probablemente, esas personas no están leyendo este artículo.
La psicóloga y escritora, Valeria Sabater, habló sobre este tema, al cual denominó:
“Aprendamos algunos recursos para afrontar la muerte de nuestras mascotas”.
- Siéntete libre para llorar y para expresar su pérdida.
El que el resto de personas lo entiendan o no, es su problema. Tu realidad es tuya y como tal, debes sentirla, tratarla, vivirla y gestionarla. Vamos a vivir el mismo duelo que con cualquier otra pérdida, así pues, habrá una fase de negación, otra de enfado, otra de tristeza hasta que al final, aparezca la aceptación.
Llora cuanto necesites y ten siempre muy en cuenta al resto de miembros de la familia. Atiende a los niños, permite que expresen sus emociones, responde a todas sus preguntas y canaliza todo el sufrimiento que, probablemente, sientan en su interior.
Evita obsesionarte. Has hecho todo lo mejor por él y ten por seguro que tu mascota, agradecerá sobre todo ese amor que se lleva consigo. Su vida ha sido plena y ha sido gracias a ti.
- Aprende a vivir con las rutinas.
Es lo que más cuesta afrontar. Nuestro perro, nuestro gato era parte indiscutible de nuestras rutinas, era nuestra sombra, nuestro cómplice, nuestro espía y nuestro pequeño embaucador de abrazos, juegos y caricias.
Sonríe cuando pienses en él/ella. Quédate NO con el sufrimiento de los últimos días, con esa enfermedad o ese declive, sino con esos sentimientos que despertó en tí, con lo mejor de él. Con aquello que te hizo ser más humano, más persona, él o ella quien te enseñó lo que es el cariño más incondicional.
- Tu amigo no puede sustituirse.
No lo hagas, cuando fallezca una de tus mascotas no procedas de inmediato a buscar otro animal al que adoptar para aliviar el dolor. Los animales, como las personas, no pueden sustituirse.
Tu perro, tu gato es único, con sus matices, con su carácter, con todo aquello que te ha aportado, y como tal, dejará una impronta en tu memoria.
Así, permite que pase el tiempo que necesites antes de adoptar de nuevo, si así lo deseas. Porque nunca se tratará de sustituir o de llenar el vacío con otra vida. Cada animal es excepcional y nos enriquecerá con su presencia, con su aliento, con su alegría… No lo olvides-
Esta es nuestra Fafy…a quién dedico este artículo
Escrito por Lisset Molina
